jueves, 5 de noviembre de 2009

Los tesoros de Baal y de Astarté


El Tesoro del Carambolo (un conjunto de piezas de oro de origen fenicio) ha estado rodeado de fascinación desde hace medio siglo. Su hallazgo en Camas (Sevilla) supuso, a finales de los años cincuenta, un hito en la historia de la arqueología española. La exposición El Carambolo. 50 años de un tesoro vuelve a sacar a la luz este conjunto de piezas después de nueve años. El tesoro, que es propiedad del Ayuntamiento de Sevilla, ha estado hasta ahora depositado en la caja fuerte de una entidad bancaria.

Las piezas constituyen el ajuar del sacerdote de un santuario fenicio Una cultura nueva creció en el suroeste de la actual Andalucía

La exposición, que fue inaugurada ayer, estará abierta en el Museo Arqueológico de Sevilla hasta enero de 2010. La muestra incluye las 21 joyas originales del tesoro, junto a piezas procedentes de otras colecciones museísticas que trazan un recorrido por la protohistoria del sur de la península Ibérica. Tras las investigaciones llevadas a cabo en los últimos años, el Tesoro del Carambolo ha dejado de ser el paradigma de una realidad tartésica. Se ha descubierto que el lugar donde fue hallado era un santuario dedicado a Astarté y Baal, los dioses mayores de los fenicios. El tesoro ha sido reinterpretado como el ajuar del sacerdote de ese santuario.

La exposición gira en torno a las 21 piezas huecas de oro de 24 quilates con un peso total de 2.950 gramos que dan forma al tesoro. Un collar formado por una cadena y siete colgantes, un frontil (pectoral) con rosetas, dos brazaletes, ocho plaquetas con rosetas, un frontil con semiesferas y ocho plaquetas con semiesferas constituyen el conjunto. Los frontiles reproducen la forma de una piel de toro (Baal, señor del cielo, tenía en el toro su animal sagrado).

El Tesoro del Carambolo -es decir, el ajuar sacerdotal- se emplearía, de acuerdo con las investigaciones más recientes, para el sacrificio del toro y la vaca en el santuario fenicio. El sacerdote portaría el collar de los siete sellos y los brazaletes. Los animales serían adornados, en algún momento de la ceremonia, con la colocación del frontil en la testuz. Las placas irían sobre el lomo. El juego dedicado a Baal cuenta con esferas (representaciones solares) y el de Astarté, con rosetas (representaciones astrales relacionadas con Venus).

El tesoro disparó las expectativas en el momento de su hallazgo. Se creyó que se hacía realidad el relato transmitido por textos griegos comprendidos entre los siglos VII y III a. de C. Este relato describía Tartessos como la capital de un reino legendario del mismo nombre, situado en el extremo del mundo conocido y regido por Argantonio, un rico y viejo monarca. Las piezas del tesoro fueron unidas en estas primeras investigaciones a la realeza tartésica.

El Carambolo se convirtió en un referente fundamental para conocer la protohistoria de la península Ibérica, en concreto el periodo que va de los siglos VIII al VI a. de C. En esta época, el Mediterráneo adquirió la forma de un mundo interconectado con una cultura compartida.

En el último medio siglo ha evolucionado la imagen de Tartessos. Al principio hubo una caracterización autóctona de la cultura tartésica, a la que se consideraba anterior a la llegada de los fenicios. Posteriores investigaciones asentaron la idea de un territorio colonial donde creció una cultura nueva, que sería fruto del contacto de los colonos de Oriente Próximo (fenicios en su mayoría) establecidos en la costa y en el suroeste de la actual Andalucía con los lugareños.

Fernando Amores y José Luis Escacena, profesores de la Universidad de Sevilla, son los comisarios de la exposición, que ha sido organizada por la Consejería de Cultura, la Universidad de Sevilla, el Ayuntamiento de Sevilla y la Fundación Cajasol. El resto de las piezas de la muestra proceden del yacimiento del Carambolo y de diversos museos españoles (Madrid, Cádiz, Huelva, Jaén, Alicante y Badajoz) y portugueses.

El tesoro sólo ha podido verse cuatro veces en los últimos 30 años. La exposición, a cuya inauguración acudió el presidente de la Junta, José Antonio Griñán, se completa con textos, imágenes, ilustraciones y un audiovisual. Medio siglo después de su descubrimiento, el Carambolo sigue despertando pasiones.

El País