domingo, 14 de febrero de 2010

El Mundo cuenta como M. A. Munar cayó en su propia telaraña

CRISIS EN EL PACTE | La estrategia de UM

Munar se atrinchera en el Parlament mientras intenta que Nadal no la delate

  • Le obsesiona que su ex 'número dos' haya comentado que 'no caería solo'


"Hazme caso, Jaime, hay que distanciarse". Maria Antònia Munar dirigió al ex presidente del Govern balear del PP su mirada de hielo pocos días después de las pasadas elecciones autonómicas y municipales acompañada de este consejo.
El escenario fue un encuentro en la casa de un amigo común en la distinguida urbanización de Son Vida, a las afueras de Palma. Una cita que constituía la última y desesperada oportunidad del PP para mantenerse en el Gobierno balear tras la derrota electoral del 27-M. Sin embargo, se mascaba ya la reedición de un nuevo Pacte de Progrés y ambos acudieron casi obligados al encuentro.
La líder de Unió Mallorquina (UM), que días antes se había dejado fotografiar en éxtasis tras conocer los resultados, aceptó la invitación. Corría el mes de mayo de 2007 y la todopoderosa Munar era, con sus 28.802 votos, más imprescindible que nunca. Podía pedir a Matas –que había ganado las elecciones con 193.000 sufragios– lo que quisiera. Pero ni se dejó querer.
En su mano estaba seguir gobernando el Consell de Mallorca desde el que había regado a todas la pseudoasociones de su partido, a familiares y a amigos; nombrar al alcalde de Palma; disponer de varias consellerias del Gobierno balear. E incluso, tal y como ella misma ha reconocido posteriormente, probar las mieles de presidir la Comunidad. Pero, inexplicablemente, contestó que no.
Entregó el poder al socialista Francesc Antich –que sacó 113.000 votos– renunciando al Consell, al Ayuntamiento y a la presidencia del Govern y relegó a su partido a un puñado de áreas en las tres instituciones. "Acudimos a una reunión en la que se iba a debatir el reparto de poderes y alucinamos al ver que Munar renunciaba a todo", explica a este diario uno de los líderes de UM presentes. "Nos dijo que era lo mejor para el partido".
Tras entregarlo todo y quedarse con nada, sólo pidió una cosa: presidir el Parlament balear. No le interesaba ya el poder ejecutivo, chantajear al gobierno de turno boicoteando proyectos urbanísticos para, a cambio, exigir vía libre para los suyos. Cambiar las leyes a su antojo o colocar a todos y cada uno de los vecinos y parientes de su feudo de Costitx en las instituciones públicas donde de hecho ya ha enchufado a la mayoría.