martes, 9 de marzo de 2010

Arturo Pérez-Cabrero, arqueólogo, periodista y promotor de Ibiza

Necrópolis del Puig des Molins y guía turística de Pérez-Cabrero | Ayuntamiento de Ibiza
  • Arturo Pérez-Cabrero fundó la Sociedad Arqueológica Ebusitana
  • 'La arqueología era un hobby y las piezas se repartían como cromos'


En la solapa de Pérez-Cabrero se multiplicaban las medallas de reconocimiento: primero, las de su alistamiento voluntario en Cuba y Filipinas y después, la de su defensa en la mejora de las comunicaciones marítimas con Ibiza. En su currículum, y aunque sin distintivo, figura también como pionero en las excavaciones arqueológicas y fundador de la Sociedad Arqueológica Ebusitana.
Hijo de un coronel de Infantería, Arturo Pérez-Cabrero pasó su juventud entre Madrid y Barcelona, ciudades a las que su padre era destinado y donde él pudo ampliar sus estudios. Muerto su progenitor, regresó a su Ibiza natal.
En 1890 comenzó a desarrollar su faceta periodística como redactor de semanarios y diarios locales de la época. Hasta final de siglo, su vida transcurrió entre lo militar –participó como voluntario en las guerras de Cuba y Filipinas– y la Administración pública como oficial de Hacienda y secretario del Ayuntamiento.
Su trabajo por la modernización de Ibiza comenzó en la última década con las obras del puerto, el alumbrado de la ciudad y la creación de una línea marítima con Barcelona. Con el cambio de siglo, tres cruces al mérito militar y otra al naval, Pérez-Cabrero volvió su mirada al pasado ibicenco. En 1903 fundaba la Sociedad Arqueológica Ebusitana.
"Se creó la Sociedad porque ya se estaban produciendo hallazgos. Sus fundadores eran intelectuales y profesionales liberales", afirma el director del Museo Arqueológico de Ibiza, J. H. Fernández. Una vez fundada, se buscó un director, un puesto que recayó en Juan Román  Calbet: profesor, licenciado en Derecho y aficionado a la arqueología y la numismática.
Tras los ocho fundadores iniciales, la Sociedad pasó a tener 35 miembros. "La financiación dependía de las cuotas de los socios y de una ayuda especial para las excavaciones", explica Fernández. Las labores arqueológicas comenzaron dos días después de constituirse la institución, pero los problemas económicos también tardaron poco en llegar. Román Calbet aceptó entonces subvencionar él mismo las excavaciones con la condición de crear un museo bajo tutela estatal.
Entre 1906 y 1908 se desarrollaron las campañas arqueológicas más importantes, las primeras realizadas en el Puig des Molins y s’Illa Plana. En 1907, y bajo la dirección de Pérez-Cabrero, un grupo de excavadores descubrió la cueva de Es Cuieram: uno de los escasísimos santuarios púnicos de España utilizado entre los siglos V y II a.C.
"En aquella época los hallazgos eran lo más importante para la arqueología y si se tuvo conciencia de lo relevante del lugar fue por la cantidad de material encontrado", apunta Fernández. Además de 600 figuras de terracota, se encontraron 52 esqueletos de origen romano en un aljibe. "Restos que señalan que s'Illa Plana era una especie de lazareto y el lugar donde se enterraba a los muertos". En el Puig des Molins, los esqueletos hallados en hipogeos llevaron a pensar en una necrópolis.
Ese mismo año de 1907 quedaba constituido el Museo Arqueológico –de propiedad estatal y con una dotación inicial de 7.000 pesetas– para recepcionar todos los restos encontrados. "La arqueología era un hobby y las piezas se repartían como cromos. Hasta 1911 el Estado asumía que las piezas eran propiedad de quien financiara las excavaciones", detalla el director.
Mientras Román Calbet tenía potestad absoluta para decidir qué piezas serían de su colección y cuáles del museo, Pérez-Cabrero ordenaba inscribir las primeras como propiedad de la pinacoteca y realizaba el inventario de las mismas. La documentación contaba 661 piezas.
En 1909, Pérez-Cabrero se convertía en conservador del Museo y daba un paso más como ensayista. A sus tratados de arqueología añadió la primera guía turística de Ibiza. A lo largo de 167 páginas Ibiza: guía del turista, recogía los principales atractivos de las Pitiusas con información para excursiones, directorio de establecimientos de comercio e industria, etc.
Siete años después, el ibicenco fallecía. Su trabajo había puesto los cimientos a la arqueología y el turismo en la isla. No sabía que medio siglo después, el segundo se comería a la primera. Sus hallazgos de la Illa Plana eran casi imposibles de contrastar ante el inicio de la urbanización. Hoy su museo sigue, pero el turismo continúa pisándole los pies.

Laura Jurado, Palma, El Mundo