viernes, 15 de octubre de 2010

La herencia envenenada de los Munar Por Esteban Urreiztieta

"Yo lo que quiero es vivir tranquila", confesó Maria Antònia Munar a los suyos tras el 27-M, envuelta en el último traje de Escada, con el último bolso de Louis Vouitton debajo del brazo y repleta de diamantes y perlas australianas. Y eso sólo se lo podía garantizar un partido. Aquel que tenía la Fiscalía bajo su control. Entregó todo y se refugió en el aparente remanso de paz del Parlamento balear como segunda autoridad de la comunidad autónoma, conformándose con migajas de poder en las instituciones, sacrificando a su propio partido Unió Mallorquina (UM) y entregando Baleares al PSOE.
Pero el sosiego duró poco. Hasta que EL MUNDO reveló que su cúpula había cobrado comisiones del 15% por recalificar el mejor polígono industrial de Palma. Con un interminable reguero de documentos, transferencias y facturas falsas. En total, 50 millones de euros. La perezosa Fiscalía miró para otro lado durante un año entero hasta que se vio obligada a hacer algo cuando la marea de pruebas se colaba ya en sus despachos en forma de hojas de periódico. Y decidió registrar, casi como un mero trámite, un flamante chalé recién construido en uno de los acantilados de la Bahía de Palma. En aquella vivienda, una funcionaria de la Seguridad Social, que había hecho de testaferro de los líderes de UM para camuflar el cobro del botín, se empeñaba, durante el otoño de 2008, en esconder debajo de su ordenador, un fajo de papeles. Los nervios le jugaron una mala pasada y despertó la curiosidad de los inspectores de Hacienda que husmeaban en los alrededores.

En aquellos documentos figuraba una productora audiovisual, Video-U. Y en ella, un pariente directo de Munar. Un ingeniero jubilado, sin ingresos oficiales ni patrimonio conocido, que se había encontrado, de golpe, con que el Consell de Mallorca que había gobernado su prima, le había dado cinco millones de euros públicos. Pero la Fiscalía, ni con esas. Se limitó a llamar a declarar al afortunado Víctor García, que había amanecido multimillonario. Le hizo cuatro preguntas de rigor, y él, abrumado por la nube de flashes y la insistencia de un juez que no daba crédito, se derrumbó. "Sí, soy un testaferro, y si usted quiere, yo las acciones se las regalo ahora mismo", le espetó al magistrado, que no pudo aguantar la risa.
Pero ni con esas Víctor García fue detenido ni el fiscal pidió para él medida cautelar alguna. Se marchó a su casa, como si nada, a disfrutar de su éxito empresarial, mientras el Ministerio Público garantizaba como podía la tranquilidad familiar. "¿Y ahora qué digo?", le preguntó a Munar. "Pues que eres el testaferro de Miquel Nadal -su delfín en el partido-". Y lo dijo, disparando el volumen de las carcajadas y provocando que Nadal destapara la caja de los truenos contra ella y provocara su dimisión. "Compramos la empresa con el dinero en efectivo que me dio Munar en el coche oficial", confesó contra su mentora. Pero ella cogió aire, presionó para acabar con el jefe de aquellos inspectores que habían metido la nariz donde no debían, que fue trasladado a Zaragoza en julio, y cuando se jactaba de haber provocado la destitución de Raúl Burillo, y de que el Ministerio Público la trataría bien, el mismo juez que tuvo la oportunidad de quedarse la productora, heredar parte del imperio familiar y "vivir tranquilo", ha resultado ser honrado y ha dejado que sea un tribunal el que dirima la herencia.

El Mundo Baleares