miércoles, 25 de abril de 2012

Una Cataluña sin Constitución


‘Pero para eso, para derribar ese gigante con pies de barro, una cosa es imprescindible, existe una condición necesaria y suficiente: que declaremos en público lo que pensamos en privado. Por eso, si somos ciudadanos, como reconoce nuestra Constitución, si no queremos dejar de serlo, estamos obligados a luchar contra la falta de libertad lingüística, contra la inmersión, por una escuela bilingüe’.
por Francisco Caja



Nos dicen, para justificar que nos priven desde la infancia de nuestra libertad lingüística: “Per un país de tots, una escola en català“. Entiéndase bien, exclusivamente en catalán. O sea, que para que el país sea de todos hay que excluir de la escuela, proscribirla, la lengua propia de más de la mitad de los ciudadanos catalanes y la lengua común de todos ellos y del resto de españoles.
El modelo lingüístico escolar que ha derivado el nacionalismo de ese trágala político de la escuela para todos a partir de la exclusión de la lengua propia de la mayoría de ciudadanos de Cataluña, la inmersión lingüística, es a todas luces incompatible con la democracia. Y es fácil, muy fácil, comprender por qué, nosotros, los demócratas que nos sentimos ciudadanos, que somos ciudadanos y que queremos seguir siéndolo, luchemos contra ese trágala de la inmersión lingüística y a favor de una escuela bilingüe.
Le llaman sistema de inmersión lingüística, pero basta detenerse un momento para advertir el carácter fraudulento hasta en el nombre. Si el sistema de inmersión es un sistema para
aprender una segunda lengua, en el sistema de inmersión lingüística que ellos han impuesto en las escuelas de Cataluña no todos los niños son inmersionados. Sólo lo son los que no tiene como lengua el catalán. Los niños catalanohablantes no son inmersionados, reciben la enseñanza en su lengua materna.
¿No éramos todos iguales? ¿Qué se ha hecho del principio de igualdad? ¿Por qué sólo los catalanohablantes tienen derecho a la enseñanza en lengua materna?¿Por qué sólo los niños castellanohablantes para recibir la enseñanza a la que tiene derecho tienen que cambiar de lengua?
Esta es la primera lección (política) que reciben los escolares en Cataluña. Que unos tienen derechos, los otros no… por razón de lengua y de origen. Toda una lección de igualdad política. Nadie puede ser discriminado por razón de lengua dice, expresamente, el artículo 14 de nuestra Constitución, la Constitución de todos. Para los nacionalistas, muy democráticamente eso sí, dicen que la Constitución no va con ellos, porque es la Constitución española, y nos imponen la escuela de la desigualdad, una escuela inconstitucional para que los niños aprendan a ser “catalanes de verdad”.
Las escuelas catalanas no son escuelas, son correccionales lingüísticos. Las han convertido en correccionales lingüísticos para extirpar, mediante un rito de iniciación (el bautismo por inmersión) en los escolares un mal nefando: el hablar la lengua común de todos los españoles, porque la primera obligación para ser catalanes de verdad es dejar de ser español. Todo por la expulsión del castellano como lengua vehicular en las escuelas de Cataluña. Porque, para ellos, la expulsión del castellano en las escuelas es una cuestión de vida o muerte, como la expulsión del demonio del espíritu de los posesos.
El modelo lingüístico que ha impuesto el nacionalismo en las escuelas de Cataluña, por tanto, no es de inmersión, es de exclusión: el centro del modelo es la exclusión del castellano. El nacionalismo catalán ha inventado un modelo exclusivo, único en el mundo, el de exclusión lingüística. Un modelo que se basa en la exclusión de la lengua materna mayoritaria de los escolares que, además, es la lengua común de todos los españoles, por razones exclusivamente políticas. Para grabar en la conciencia de sus súbditos desde la Educación Infantil esta lección: que para ser verdaderos catalanes hay que dejar de hablar la lengua común de todos los españoles.
Todo lo demás es mentira. Nos dicen: “¿El castellano? Ya lo aprenden en la calle”. ¡Que ya somos adultos! ¡Que nos digan qué calle es esa que mandaremos a nuestros hijos a esa calle en vez de la escuela! Si los niños catalanes aprenden el castellano en la calle, por esa misma razón, a los niños en Andalucía, en Extremadura o en Madrid se les debería enseñar en inglés o… en catalán.
Y nos dicen para justificar lo injustificable, para vulnerar la Constitución: “la lengua catalana, el catalán, es la lengua propia de Cataluña”. El catalán no es la lengua propia de Cataluña. La han convertido en una lengua expropiada al pueblo de Cataluña por una banda de políticos indeseables que la utilizan como ariete político para dividir y enfrentar a los ciudadanos de Cataluña imponiéndola como obligatoria y como condición para ser reconocido políticamente como verdadero catalán.
Y nos dicen: “Una única lengua (el catalán) garantiza la cohesión social”. Con fundamento podemos decir que inmersión es discriminación. Argumentar que la cohesión social depende de la exclusión como lengua docente de una de las lenguas que hablamos los catalanes es decir lo mismo que decían los responsables de la educación en el régimen franquista para excluir el catalán de la docencia: que la unidad de España dependía de eso.
Sólo alguien que profesa una ideología antidemocrática puede decir que la construcción o la salud de la nación exige el sacrificio de los derechos y libertades fundamentales (de la libertad de la lengua). Nosotros no queremos una nación semejante. Nosotros ya pertenecemos a una nación que reconoce como principios supremos que aseguran la paz y la convivencia social la libertad y la igualdad. Y no estamos dispuestos a regresar a la caverna política en la que el poder político se ejerce en nombre de una tierra o una lengua que tiene derechos e impone deberes sobre los ciudadanos.
El sistema lingüístico que rige hoy en las escuelas es la mejor garantía para la desigualdad y la exclusión social en Cataluña. Es obvio, a la luz de datos verificables, que el sistema de inmersión lingüística produce una innegable fractura en el nivel educativo y social entre castellanohablantes y catalanohablantes, aumentando las desigualdades y dificultando la igualdad de oportunidades entre todos los ciudadanos.
Pero ellos erre que erre. El presidente autonómico, Artur Mas, asegura: “Los escolares en Cataluña terminan con el mismo nivel de castellano que de catalán, y no sólo eso: alcanzan el mismo nivel o superior de castellano que los escolares en Salamanca o Valladolid”. Y nos lo tenemos que creer. Les confieso que no creo en los milagros. Sobre todo si los autores del milagro son el señor Mas o la señora Rigau. Porque se trata de un milagro. Si los niños catalanes acabaran con el mismo nivel de castellano que los del resto de España sería un milagro. Veamos: si el resto de los escolares en España tiene 25 horas de enseñanza en castellano y los niños catalanes 2 ó 3 horas y, a pesar de ello, acaban la enseñanza con el mismo nivel de castellano, entonces una de dos: o los niños catalanes son unos superdotados o los del resto de España unos débiles mentales.
La verdad es otra: muchos niños catalanes o no saben hablar y escribir el castellano (especialmente los que viven en zonas de Cataluña interior) o no lo dominan situándose, a causa del sistema de inmersión lingüística, al final de la enseñanza obligatoria en una posición de clara desventaja competitiva frente a los niños del resto de España.
Pero ellos nos siguen diciendo: si así no fuera, “si abandonásemos la inmersión lingüística en las escuelas” se amenazaría “la convivencia y la cohesión” del país, Cataluña. O sea, que la convivencia y la cohesión social de Cataluña se logra gracias a esa forma de exorcismo general que es la llamada inmersión lingüística y que consiste en la expulsión de demonio-castellano de las escuelas.
En una sociedad democrática el Estado no puede ser confesional. La confesionalidad lingüística es tan inaceptable como la religiosa. Si la confesionalidad religiosa es lo contrario de la libertad religiosa, la confesionalidad lingüística es contraria a la libertad lingüística. La oficialidad no es una forma de confesionalidad, es una garantía de la libertad lingüística: el Estado reconoce como propia aquellas lenguas que hablan mayoritariamente los ciudadanos, porque de otra forma no sería un Estado democrático y representativo. Una lengua es oficial, esto es de uso normal por los poderes políticos en y entre ellos y en sus relaciones con los ciudadanos no porque sea la lengua de los poderes públicos; una lengua es oficial porque los poderes públicos están obligados a reconocerla porque es la lengua de los ciudadanos.
¿Vamos a tolerar que nos sigan robando nuestra libertad, nuestra condición de ciudadanos? Por eso me permito exhortaros hoy para que hagáis un esfuerzo más, para que os comprometáis activamente en la recuperación de la libertad lingüística, para que luchéis contra el modelo de exclusión lingüística, la llamada inmersión, selectiva, forzosa; contra un modelo escolar que es en realidad un correccional lingüístico y la piedra angular del sistema de adoctrinamiento político.
Lo sé, los he experimentado antes en mis propias carnes. Lo sé. Esta es la situación: los que exigimos del poder político que cumplan y hagan cumplir la Constitución, el respeto a los derechos y libertades fundamentales, nos han convertido en disidentes. En esto ha convertido Cataluña los nacionalistas: un lugar de España en el que el espacio de lo político no está definido por la Constitución sino que está constituido porunas supuestas líneas rojas inviolables, que nadie puede traspasar so pena de quedar excluido políticamente.
Pero el nacionalismo es un gigante con los pies de barro. Nos dicen que son solo tres familias las que han acudido a los tribunales. Pues esas tres familias los han puesto contra las cuerdas. Porque no están solas: porque tras ellas está la Constitución, no solo la voluntad mayoritaria sino el poder constituyente. Y los ciudadanos que sentimos la pasión de la libertad, de la igualdad y de la justica, los demócratas, no queremos una Cataluña sin Constitución; queremos que Cataluña, como el resto de nuestra nación, España, continúe siendo una democracia constitucional.
Pero para eso, para derribar ese gigante con pies de barro, una cosa es imprescindible, existe una condición necesaria y suficiente: que declaremos en público lo que pensamos en privado. Por eso, si somos ciudadanos, como reconoce nuestra Constitución, si no queremos dejar de serlo, estamos obligados a luchar contra la falta de libertad lingüística, contra la inmersión, por una escuela bilingüe.
No queremos estar gobernados por las líneas rojas, queremos estar gobernados por la Constitución. Por esa razón decimos: ‘Por una Cataluña de todos, una escuela bilingüe’. Porque si Cataluña es bilingüe, la escuela (para ser democrática, esto es para no excluir a nadie) deber ser bilingüe.
Francisco Caja es presidente de Convivencia Cívica Catalana
[Texto leído en el acto del sábado 21 de abril en defensa del bilingüismo y para exigir el cumplimiento de las sentencias judiciales que obligan a la Generalidad de Cataluña a reintroducir el español en las escuelas como lengua vehicular, junto al catalán, celebrado en el Teatro Goya de Barcelona]


Vía La Voz de barcelona