jueves, 15 de noviembre de 2012

Cataluña: precisiones léxicas, por Amando de Miguel



Ante la batallona cuestión de la posible independencia de Cataluña, Eugenio de la Cuesta opina: "Me parece muy bien... que los periféricos quieran separarse de este estado/nación corrupto y corrompido". Alto ahí. Sería difícil demostrar que en Cataluña no hay corrupción política y sí en el resto de España. Por otro lado, la confusión del enunciado de don Eugenio es porque no queda claro si los nacionalistas catalanes quieren separarse de España, no tanto del Estado. El problema se deriva de que hemos aceptado la confusa equivalencia entre esos dos términos: España y Estado. La confusión procede de la manía de evitar la palabra España, paradójicamente, con esa terminación tan catalana.
Todavía más ambigua es la idea de los socialistas de proponer un Estado federal. Jesús Laínz comenta la extraña propuesta de un Estado federal que intenta centrifugar todavía más el Estado de las autonomías. Aduce un texto de Josep Pla, de 1931. "En España, cuando alguien ha salido algo tarambana, le basta y le sobra con llamarse a sí mismo federal para que lo tomen por lo que no es".
Ignacio de Despujol y Coloma arguye: "Nadie puede elegir a sus padres, te los impone la Naturaleza desde que naces; te gusten o no. Con la nacionalidad ocurre exactamente lo mismo. Somos
españoles porque nos lo impone la Historia y la Naturaleza sin preguntarnos ni darnos la opción de elegir cualquier otra".
Introduzco mi opinión sobre asunto tan controvertido. La nacionalidad, en cuanto derecho, sí la podemos cambiar individualmente. Podemos nacionalizarnos en otro Estado, por ejemplo, si somos emigrantes, bajo ciertas condiciones. Pero la nación es un concepto objetivo que se refiere a un conjunto de personas a lo largo del tiempo; en el caso de España, varios siglos. La nación es así una realidad que corta a muchas generaciones. Por eso mismo no es fácil que una de ellas, la actual, pueda someter a referéndum la definición nacional. Aun suponiendo que una parte de España decidiera que ahora es otra nación y quisiera independizarse, sería imposible deshacer el pasado. En concreto, la Historia de Cataluña está indefectiblemente unida a la Historia de España. ¿Cómo se podría explicar, por ejemplo, que el golpe militar de Primo de Rivera se gestó en Barcelona con el apoyo explícito de algunas instituciones catalanas de gran raigambre?
La discusión sobre la posible independencia de Cataluña no debe plantearse en términos de utilidad, si podría entonces seguir siendo o no parte de la Unión Europea. Ese argumento resulta intrascendente. El problema está en que Cataluña forma parte de la nación española desde el principio. Cataluña ni siquiera fue un reino, como Aragón o Navarra, por ejemplo. La única opción es que se independice por la fuerza o, en todo caso, por la decisión casi unánime de sus habitantes. Eso último es lo que se produjo en otros casos recientes, como Irlanda, Finlandia o Noruega. No parece que suceda en Cataluña.
No nos engañemos. El planteamiento de la independencia de Cataluña es para que sigan mandando los mismos, las familias de siempre. Se alcanzaría un grado de corrupción inaguantable y un gasto público desmesurado. Precisamente, la independencia de Cataluña se plantea ahora cuando se acusa su declive económico y cultural. A lo largo de la Historia reciente la reivindicación independentista catalana se ha planteado en momentos de severa crisis económica. Podríamos citar el tancament de los tenderos en 1899 o el golpe de Companys en 1934. Fueron dos fechas de fuerte presión fiscal, como ahora mismo. Arturo Mas quiere ahora el tancament de Cataluña entera con ínfulas de Estado soberano. El experimento va a empobrecer todavía más a los catalanes.